domingo, 27 de abril de 2014

SOBRE LA VAGUEDAD EN RUSSELL




“Todo lenguaje es vago”. Así lo afirma el filósofo Bertrand Russell el año 1923 en el artículo “Vagueness”, publicado en The Australasian Journal of Psycology and Philosophy. ¿Qué significa esta afirmación? ¿Se podría decir que hubiera algo más que fuera vago aparte del lenguaje? ¿Qué implica la vaguedad en el lenguaje?


Empecemos primero por explicar qué entendemos por vaguedad para  poder esclarecer el porqué de la vaguedad del lenguaje. Russell entiende que este fenómeno afecta solamente a la representación, no a las cosas en sí mismas, ya que éstas son lo que son y no puede haber en ellas ni vaguedad ni precisión. Es importante recalcar esta diferencia entre la representación de las cosas y las cosas en sí mismas, ya que, tal y como denuncia Russell en este texto, desde Kant se ha tendido a confundir el conocimiento y lo que es conocido, por lo que el objeto se vuelve confuso. El lenguaje entraría en el campo de la representación y, como tal, y debido al uso simbólico que se hace de él, sería vago, o lo que es lo mismo, no preciso. Esto significa que no hay una correspondencia entre un hecho de la realidad y una palabra, ya que ésta se queda corta al expresar dicho aspecto real. Pongamos un ejemplo: el color rojo es un concepto vago, ya que su campo de aplicación no está delimitado de manera exacta: este color admite muchas variaciones y la duda se encuentra en qué tonalidades decimos que son colores rojos y cuáles no.


Puede entenderse que el filósofo de Gales interpreta la vaguedad como algo negativo, como una falta de exactitud y de afinidad entre el lenguaje y el hecho al que éste se refiere. Por eso la ambición de este lógico fue crear un lenguaje simbólico perfecto que eliminase toda ambigüedad y se acomodase perfectamente a aquello a lo que se refiere. Pero se le puede dar, como se dice coloquialmente, la “vuelta a la tortilla” y ver en la vaguedad del lenguaje su grandeza. ¿Por qué, si no es capaz de ilustrar fielmente un hecho? Porque si el hombre tiene la capacidad de representar aquello que se le transmite lingüísticamente y puede pensar en varias cosas que tengan muchos significados es porque, como defendía Cassirer, “el hombre es un animal simbólico”, y no ve entonces la realidad sólo como ésta se muestra sino que sabe ver más en ella, sabe interpretarla, darle un significado. Russell afirma que la vaguedad del lenguaje se ve plasmada en la multivocidad, reflejo de la simbología propia de los seres humanos, ya que en ella se ve que no tenemos un lenguaje natural sino que es propio de nuestra creatividad, y que cuando alguien dice la palabra “banco”, no estamos determinados a pensar en uno de sus significados, sino que nos elevamos por encima del hecho concreto y podemos relacionarlo con otros que compartan el mismo término. Es mediante la vaguedad por lo que se muestra que el ser humano interpreta inconscientemente la realidad, que la asume y expresa según su modo de verla mediante el lenguaje. Si se reflexiona sobre ello, uno llega a la conclusión de que es algo grandioso que esto sea así, ya que si se diera el caso contrario, si las palabras tuvieran estricta correspondencia con los hechos del mundo, si nada fuera interpretable, no habría espacio para el diálogo, para expresar distintas opiniones, ya que todo remitiría a la realidad en sí misma y no se podría ir más allá, no podría haber creatividad, o símbolo, y qué pobre sería todo entonces.


Pero también es importante recalcar otro aspecto derivado de la vaguedad: la interiorización que cada persona hace de la realidad. Esto significa que, aunque el lenguaje y su no vinculación estricta con los hechos muestren la capacidad creativa del ser humano, su capacidad para ver más allá de la realidad y de estar por encima, la realidad en sí misma es muy rica y el hombre necesita de ella para perfeccionarse, para hacerse. Por eso se dice a veces que “una imagen vale más que mil palabras”, ya que, a veces, lo que queremos expresar es tan grande que las palabras no valen para describirlo. Pero esta realidad común es asumida y vista de modo diferente por cada persona, ya que, -por poner un ejemplo- si se expone el cuadro de la Gioconda de Leonardo da Vinci a un grupo de personas, a cada una le sugerirá una idea diferente, ya sea distancia, frialdad, cercanía… de manera parecida ocurre con los hechos de la vida cotidiana: ante un fracaso hay quien se repone en seguida y quien se hunde y no consigue volver a levantarse. Los hechos son los que son pero nuestra interiorización y actuación sobre ellos es distinta, tal y como ocurre también con el concepto de tiempo, que puede ser interno o externo, y la diferencia entre ambos es colosal. Cuando van pasando los años, la vida se pasa más deprisa, y lo mismo ocurre con los momentos en los que se disfruta, que el tiempo, aunque objetivamente es el que es, se pasa tan rápidamente que ni se nota.



Para concluir, queda expuesto que la vaguedad en el lenguaje nos podría remitir a las dos posturas expuestas: a reflexionar sobre la capacidad humana de ir más allá de la realidad y de interpretarla mediante todo conocimiento simbólico (vago en tanto que no es preciso), y sobre la riqueza de esta realidad, de estos hechos que necesitamos hacer nuestros para crecer como seres humanos.

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